¿Porqué nos gusta tanto el fútbol? ¿ De dónde sale todo ese poder para movilizar a las masas? A continuación intentaré dar respuesta a esto definiendo el perfil psicológico de todos esos fanáticos de este deporte...Sí, esta vez lo llamaré deporte, pero bueno ya nos entendemos.
El despertador acaba de sonar, son las
6 de la mañana, me volteo y veo a esa mujer a la que 20 años atrás
creía querer. Me invade una sensación de vacío, pero el
conformismo está tan presente que la idea de empezar el día de
manera diferente se me presenta tan utópica como inútil. Al entrar
en la cocina el sonido de la cafetera me saca del trance, bebo mi
taza rápidamente sin ni siquiera pararme a pensar a que sabe y tras
usar el lavabo casi por inercia me pongo los zapatos y me marcho sin
despedirme de mi mujer ni de mis hijos. El coche me espera reluciente
en el garaje, solo me quedan 8 años para acabar de pagarlo, subo y
me sumerjo en un laberinto de asfalto hacia eso a lo que llaman
''trabajo''.
El día no ha sido muy duro, solo me
han ridiculizado un par de veces y me recortaron las vacaciones,
también me hicieron cancelar esa comida familiar pero bueno, los
negocios son los negocios. Vuelvo a casa no sin antes recoger del
colegio a mi hijo mayor, parece entusiasmado contándome algo, quizás
en otros tiempos le habría escuchado. La casa está tranquila pero la
cena sin hacer, así que discuto con mi mujer hasta que consigo
hacerla llorar. Mi hija pequeña empieza a llorar también, pero
rápidamente la llevo a la cama sin ni siquiera mirarla a los ojos y
me voy a dormir al sofá sin cenar, mañana será otro día.
Mi mujer sigue llorando y yo empiezo a
pensar.
Parece que era ayer cuando aún éramos
felices y nos sentíamos eufóricos por la vida que teníamos por
delante, pero 23 inviernos con la persona equivocada hacen mucho
daño. Necesito sentirme vivo, necesito algo en lo que creer,
necesito darle sentido a mi vida y que esa incertidumbre al intentar
conseguir algo vuelva a correr por mis venas. Podría proponerme
algún reto. Dejar de fumar y acabar una media maratón, ese viaje
que siempre soñé, recuperar ese estatus de héroe para mis hijos,
tal vez escribir un libro, emprender un nuevo negocio o simplemente
volver a enamorarla. Todo esto parece demasiado complejo.
De repente encuentro la solución a mi
vacío existencial, casi se me había olvidado, este año hay
mundial. Al instante dejo de sentirme solo y desamparado, ya formo
parte de algo, una manada de gente desesperanzada como yo que una vez
cada cuatro años se da la mano y dicen pertenecer a un ''País''.
Solo es un juego, una pelota y 22 jugadores, pero el ansia por que
los míos ganen me hace recuperar el deseo y la ilusión, además
ahora parece que todos esos desconocidos con camiseta roja que hay
por la calle son mis amigos. No estoy solo. Esta sensación de
pertenecer a algo me encanta, estoy tan necesitado de ella que a
pesar de que mi país ya no forma parte de la competición me obligo
a ponerme del lado de otra nación, no es necesario siquiera admirar
al nuevo país al que apoyo, la mayoría de las veces mi decisión se
basa únicamente en la xenofóbia hacia las otras naciones. Llega el
día de la final y puedo decidir ir con Argentina tachando a los
alemanes de nazis, pero también puedo ir con Alemania tachando a los
argentinos de ''sudacas'', que más dará.
Sé muy bien que viendo el partido
contribuyo a este negocio, dejo entrar toda esa publicidad en mi
inconsciente, mañana iré a comprar esas cervezas tan anunciadas. Sé
también el dineral que cobra toda esa gente, sé que todos nosotros
damos pie a eso, sé lo injusto que es que idolatremos a alguien por
chutar un trozo de cuero, pero me da igual, mientras por 90 minutos
me saquen de mi monótona vida lo aceptaré encantado.
Finalmente el colegiado da los tres
toques de silbato, pienso en lo feliz que seria si fuera alemán en
ese momento a la par que bebo el último trago de cerveza. Mi mujer
me observa indiferente en pie junto a la puerta del salón. Creo que
podré aguantar cuatro años más.