lunes, 14 de julio de 2014

BENDITO FÚTBOL


¿Porqué nos gusta tanto el fútbol? ¿ De dónde sale todo ese poder para movilizar a las masas? A continuación intentaré dar respuesta a esto definiendo el perfil psicológico de todos esos fanáticos de este deporte...Sí, esta vez lo llamaré deporte, pero bueno ya nos entendemos.

El despertador acaba de sonar, son las 6 de la mañana, me volteo y veo a esa mujer a la que 20 años atrás creía querer. Me invade una sensación de vacío, pero el conformismo está tan presente que la idea de empezar el día de manera diferente se me presenta tan utópica como inútil. Al entrar en la cocina el sonido de la cafetera me saca del trance, bebo mi taza rápidamente sin ni siquiera pararme a pensar a que sabe y tras usar el lavabo casi por inercia me pongo los zapatos y me marcho sin despedirme de mi mujer ni de mis hijos. El coche me espera reluciente en el garaje, solo me quedan 8 años para acabar de pagarlo, subo y me sumerjo en un laberinto de asfalto hacia eso a lo que llaman ''trabajo''.

El día no ha sido muy duro, solo me han ridiculizado un par de veces y me recortaron las vacaciones, también me hicieron cancelar esa comida familiar pero bueno, los negocios son los negocios. Vuelvo a casa no sin antes recoger del colegio a mi hijo mayor, parece entusiasmado contándome algo, quizás en otros tiempos le habría escuchado. La casa está tranquila pero la cena sin hacer, así que discuto con mi mujer hasta que consigo hacerla llorar. Mi hija pequeña empieza a llorar también, pero rápidamente la llevo a la cama sin ni siquiera mirarla a los ojos y me voy a dormir al sofá sin cenar, mañana será otro día.

Mi mujer sigue llorando y yo empiezo a pensar.

Parece que era ayer cuando aún éramos felices y nos sentíamos eufóricos por la vida que teníamos por delante, pero 23 inviernos con la persona equivocada hacen mucho daño. Necesito sentirme vivo, necesito algo en lo que creer, necesito darle sentido a mi vida y que esa incertidumbre al intentar conseguir algo vuelva a correr por mis venas. Podría proponerme algún reto. Dejar de fumar y acabar una media maratón, ese viaje que siempre soñé, recuperar ese estatus de héroe para mis hijos, tal vez escribir un libro, emprender un nuevo negocio o simplemente volver a enamorarla. Todo esto parece demasiado complejo.

De repente encuentro la solución a mi vacío existencial, casi se me había olvidado, este año hay mundial. Al instante dejo de sentirme solo y desamparado, ya formo parte de algo, una manada de gente desesperanzada como yo que una vez cada cuatro años se da la mano y dicen pertenecer a un ''País''. Solo es un juego, una pelota y 22 jugadores, pero el ansia por que los míos ganen me hace recuperar el deseo y la ilusión, además ahora parece que todos esos desconocidos con camiseta roja que hay por la calle son mis amigos. No estoy solo. Esta sensación de pertenecer a algo me encanta, estoy tan necesitado de ella que a pesar de que mi país ya no forma parte de la competición me obligo a ponerme del lado de otra nación, no es necesario siquiera admirar al nuevo país al que apoyo, la mayoría de las veces mi decisión se basa únicamente en la xenofóbia hacia las otras naciones. Llega el día de la final y puedo decidir ir con Argentina tachando a los alemanes de nazis, pero también puedo ir con Alemania tachando a los argentinos de ''sudacas'', que más dará.

Sé muy bien que viendo el partido contribuyo a este negocio, dejo entrar toda esa publicidad en mi inconsciente, mañana iré a comprar esas cervezas tan anunciadas. Sé también el dineral que cobra toda esa gente, sé que todos nosotros damos pie a eso, sé lo injusto que es que idolatremos a alguien por chutar un trozo de cuero, pero me da igual, mientras por 90 minutos me saquen de mi monótona vida lo aceptaré encantado.

Finalmente el colegiado da los tres toques de silbato, pienso en lo feliz que seria si fuera alemán en ese momento a la par que bebo el último trago de cerveza. Mi mujer me observa indiferente en pie junto a la puerta del salón. Creo que podré aguantar cuatro años más.









domingo, 6 de julio de 2014

BLOWING IN THE SEA

Fluyendo sobre el mar, paciencia estoica, esperando a que todo fluya y se ordenen las ideas. Se podría hacer una metafora de mi condición actual y la del navío en el que viajo. Imponente, fuerte y decidido se mostraba varado en el puerto, dominante ante el mundo, transmitiendo que posee la capacidad de sobreponerse a cualquier contratiempo. Se elevan anclas, los engranajes del motor chirrían pero enseguida son silenciados por el viento. El barco zarpa y sin darse cuenta se encuentra cruzando el charco que ha dado de beber a la cultura occidental durante mas de 25 siglos. La tierra cada vez queda mas lejos y la seguridad que irradiaba la nave empieza a atenuarse hasta desvanecerse entre el oleaje. Solo el objetivo de llegar a puerto seguro hace que el barco no vaya a la deriva, y solo sus motores pueden llevarle a puerto. Son motores jóvenes, de calidad y entusiasmados por cumplir su tarea pero carecen de algo imprescindible, la intuición. Suerte que la embarcación cuenta con un buen capitán quien ha estado muchas veces al límite de no llegar a puerto. Algunas de ellas incluso tuvo que abandonar su barco para salvar la vida, pero el no pierde la ilusión. Espera paciente a que el temporal pase y a que la intuición traiga las respuestas, mientras, saboreando un habano, funde su mirada en el horizonte en un intento fallido de desnudar el secreto de la creación.