viernes, 10 de abril de 2015

SEÑOR OBISPO PÓNGAME UN KILO DE ZANAHORIAS

Quien más y quien menos conoce a alguna de esas personas que se autodenominan ‘’ateas’’, personas con las que normalmente si intentas llevar a cabo una reflexión profunda sobre el sentido de la vida y la concepción del universo te tachan de débil alegando que te refugias en la idea de que hay algo más para calmar tu miedo a la muerte, tomando así una posición incluso más inquisitiva que la de la propia iglesia a la que desprecian. Este hecho es completamente comprensible, ya que en el mundo occidental seguramente más de un 80% de la gente relaciona automáticamente a la religión con la iglesia, y por lo tanto con toda la corrupción y las infamias que esta ha cometido a lo largo de la historia, en las cuales no voy a entrar hoy. Pocos son los capaces de filtrar todo esto y quedarse con las enseñanzas cristinas que interesan, habilidad casi extinta en nuestros días.


La cuestión es intentar responder a porqué hay gente que dice ser atea sin conocer ni haber probado más religión que el cristianismo. Para ello recurriremos al uso de la metáfora, equiparando las religiones a algo mucho más simple y fácil de tratar, la comida.


Os pongo en situación. Cogemos a una persona y desde que tiene uso de razón la alimentamos única y exclusivamente de hamburguesas del McDonalds, el resultado esta claro, dicha persona cogerá tal odio a la carne que es más que probable que se vuelva vegetariana. Pero espera, ¿ha probado esa persona carne de verdad?¿Quizá un gazapo a la parrilla o un solomillo como dios manda, de esos que asustan? Muy probablemente no, y es una pena. Reniegan a su espiritualidad sin antes haber afrontado un problema desde los ojos de Séneca, sin sentirse parte del universo con Plotino, sin batallar por el temple de su alma como Arjuna, sin saber que sentía Confucio al inspirar el Li, sin saber que es encontrar la respuesta a tu duda mediante un koan, sin sentir como tu alma se libera al limitarte a desear aquello inmanente y sin conocer el placer de dejar a tu ser fluir por la ley natural.

Pero en fin, parece ser que hoy en día toda cuestión que no pueda ser medida numéricamente no es de interés para este nuestro mundo y que los que las tratamos perdemos el tiempo. ¿Por qué enamorarse si se pueden contar polvos? ¿Por qué hacer algo por pasión si puedes hacer otra cosa por contar billetes? ¿Por qué tener amistades verdaderas si puedes contar tus ‘’amigos’’ de facebook? ¿Por qué salir a disfrutar del aire libre si puedes contar los Km que haces en una cinta?  Lo dicho, hay cosas que nunca comprenderé, mientras tanto póngame un kilo de zanahorias por favor...


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